Sabiduría



¿Qué es la sabiduría? ¿Cuál sería la mejor definición?

Creo que es una de esas preguntas filosóficas que son difíciles de contestar. Al mismo tiempo, ya que hablamos de filosofía, que las respuestas pueden llegar a ser ambiguas, abstractas, no muy concretas o realistas.

Según a quién le preguntes vas a obtener distintas respuestas: Está la sabiduría milenial, la del misticismo de los pueblos de la antigüedad o de los secretos orientales; . Está la sabiduría de los ancianos, aquellos que por tantos años recorridos y kilómetros transcurridos, “la tienen clara”, tienen ese toque especial para saber qué, cuando y dónde hacer. Está la sabiduría de los animales, que no comen si no tienen hambre y si tienen algún malestar, ¡saben que tienen que comer pasto! Está la sabiduría de los perros (hablando de animales) que tienen una reacción muy positiva con algunas personas… y con otras no tanto. Está la sabiduría de las madres, que siempre tienen la palabra justa, la respuesta apropiada y el remedio indicado. Está la sabiduría del pueblerino, que conoce qué va a pasar con el clima aunque no tenga conexión con el servicio meteorológico. Está la sabiduría de los niños, que a veces, con su simpleza dicen cosas tan profundas que te dejan con la boca abierta.

Habiendo tantos enfoques creo que me quedo con lo más genérico: Sabiduría es tener la capacidad de saber qué hacer en el momento indicado, sabiduría es el resultado de aplicar el conocimiento que hemos recibido y acumulado.

Proverbios es un libro que habla de sabiduría. Precisamente forma parte de los “libros poéticos y sapienciales” (sapiencial es sabiduría). Dice en el capítulo 1 que su propósito es para “comunicar sabiduría e instrucción, ayudar a comprender palabras llenas de sentido, hacer sagaces a los jóvenes inexpertos, y darles conocimiento y reflexión.” (Proverbios 1:1,2-4) Y en 1:7 dice, en la versión “Dios Habla Hoy” que “La sabiduría comienza por honrar al Señor”.

Esto me pone delante de otra pregunta filosófica: ¿Qué es honrar a Dios?

Honrar es reconocer. Honrar es obedecer. Honrar es poner en primer lugar. Honrar es exaltar a vista de los demás. Honrar es escucha, aprender, seguir los pasos. Honrar es darme cuenta, entender y por consiguiente reconocer también que todo lo que tengo proviene de él. Honrar es “dar los honores”, y no solamente decir como muletilla “gracias a Dios” sino demostrar con cada acto, cada palabra y mi actitud toda que Honro a Dios (haciendo cada una de las definiciones anteriores)

Inevitablemente me lleva a la 3ra pregunta: ¿Honro a Dios?

Creo que a cada paso que doy, ante cada decisión a tomar, debería pensar previamente si eso honra a Dios y tal vez la mejor forma de comprobarlo sea…: Cuando los demás me ven, ¿mi vida los invita a seguir a Cristo? Cuando los demás me ven, ¿mi vida los invita a dar la gloria a Dios? Cuando los demás me ven ¿ven a Dios en mí?

Procuremos honrar a Dios, en todo. Reconocerlo en todo tiempo y lugar. Exaltarlo y hacerlo ver en cada ocasión que tengamos oportunidad. Examinémonos interiormente, como dice el salmo, para ver si andamos por “caminos de perversidad”. Acerquémonos cada día y continuamente al “trono de la gracia”. Busquemos su rostro, reconozcamos, adoremos, ¡honremos! buscando ser sabios para tomar las decisiones correctas.

Que tengas un excelente día!

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