Prisiones
En el capítulo 33 lo pasé por alto, dije "bueno, es un dato interesante, nada más". Pero en el 39 vuelve a aparecer. Que dos veces Dios señale lo mismo ya me hace ruido. No sea cosa que Dios me esté hablando algo y yo lo pase por alto.
Cuando llegamos al Señor una de las cosas que decimos con mayor frecuencia es que "nos hizo libres". A lo largo del Nuevo Testamento vemos el concepto de libertad en Cristo muy claramente representado. No en vano en Juan Jesús dice que "conoceremos la verdad y la verdad nos hará libres" (Jn 8:32) hablando de sí mismo y de la revelación del evangelio. También Pablo, aunque hablando de la ley dice que "donde está el espíritu del Señor, ahí hay libertad" (2 Corintios 3:17) Pero a pesar de semejante verdad, muchas veces seguimos presos, o para ser paulinos, "en prisiones". No hace falta que sean cárceles con barrotes y paredes húmedas. A veces las cárceles que frecuentamos pueden ser muy elegantes, o muy cómodas, o muy conocidas y placenteras. Hay cárceles de pecado, cárceles de dolor, cárceles de miseria, cárceles de mentiras. Hay prisiones de oscuridad, que tapan nuestros secretos; hay cárceles de opresión y depresión, que esconden nuestros dolores más profundos muchos de los cuales no pueden ser sanados. También hay cárceles de lujos, de placeres, de perversiones, de adulterios e infidelidades. Hay cárceles de alcohol, de pornografía y de lujuria. En fin, son muchas y variadas las "prisiones" que los libres en Cristo podemos enfrentar u ocultar. Pero la cárcel no es el fin. La prisión no es una condena a muerte ya que hemos visto a Pedro salir milagrosamente de una cárcel con 16 guardias a su cuidado (Hechos 12) y a Pablo que, en sus prisiones, "engendró" a un hijo espiritual (Filemón 1:10); o donde tuvo la revelación de la armadura de Dios (Efesios 6) al escribir mirando al soldado que tenía frente a él. En la cárcel Dios habla, Dios se mueve, Dios nos busca. A veces podemos caer en el error de pensar que, habiendo caído en ese lugar, Dios se olvidó de nosotros, que nos abandonó a nuestra suerte, que se alejó para nunca más volver. Pero cuando Dios puso su mirada sobre alguien, "¿quién nos separará del amor de Dios?" (Romanos 8:35) Jeremías 39:15 nos dice: "Aún estaba Jeremías preso en el patio de la guardia cuando la palabra del Señor vino a él:..." Aun en la cárcel, Dios sigue hablando, o sea, él sigue pendiente de vos.

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